Ayer sentí tu rumor en los recovecos del atardecer, atisbé esa ligera sonrisa tuya que siempre me sorprende con tu inusual presencia en mis noches de soledad o en mis mañanas pendencieras de cariño al levantarme; me sentía triste, sola, impaciente, atemorizada y sin más ni más, llegaste, y te pusiste a conversar conmigo como si hubiésemos dejado muchas conversaciones pendientes, largas, sin motivos, extrañas y a la vez, efervescentes. Y mientras te contaba todos mis trotes, de pronto pensé, pero si es que la vida ha venido a visitarme, por qué entonces en vez de estarle yo declamando canciones viejas con sabor a salitre ya escuchadas mil veces por ella, ¿por qué mejor no me pongo a escucharle? Y así lo hice, callé los sinsabores tristes de tantos dolores que aquejaban mi viejo cuerpo, me hice sorda ante el crispar de mis pulmones y les dije: ¡Ya basta!, déjenme respirar tranquila para poder escuchar la armoniosa y dulce respiración que la vida ha venido a compartir conmigo en esta hermosa tarde, acuéstense a dormir los músculos cansados con la poesía del aire que se avecina en esta conversación y a mis cansados ojos les diré, que se aneguen de luz en vez de lágrimas, que su brillo elimine cualquier sombra marrón ojerosa que opaque el fuego de mi existencia y que aprendamos juntos a danzar nuevas canciones bordadas de alegrías en esta cita a la que ha venido la maravillosa vida a darme un poco del dulzor de su esperanza mientras las hojas del otoño son abatidas por el viento de la muerte de mis bajos instintos. Y así, salí de mi obscuro cuerpo y me fui al encuentro con mi cita, con La Vida, que me estaba esperando meciéndose en la hamaca de mi viejo árbol de jobos que tenía en mi casa de niña. La miré, me miró y empecé a sentir su sin igual aroma que paseaba por los aires mientras sacaba a pasear mi cabellera a la brisa de mis sentidos, sí, su aroma, su aroma que iba jugueteando con la Lipia, el Jazmín, el Ilán Ilán y con las rosas que adornaban su pelo dejando un caleidoscopio de mil colores al escabullirse el sol entre los vientos que traían la luna para iluminar mi alma mientras conversábamos; como siempre, su aroma me embrujó, mi corazón se aquietó, como cuando la luna llena está enamorada de su mejor consorte y me dijo: Sabes, me he estado arropando con tus alegrías guardadas, las fui guardando una a una y al finalizar la primavera con todos tus malos pensamientos, que ya has decido cambiar, haré a una gran fiesta, con miel los quemaré y haré mil polvos color caramelo para con ellos abonar todas tus nuevas facetas y me dijo, no temas, brillarás, surgirás como la aurora con todos sus colores, emprenderás el vuelo que quieras volar, olerás a juventud y piel de niña en cuerpo de mujer, tu sonrisa se convertirá en risas que contagien y levanten a todos los enfermos a cambiar sus penas para darles risas a personas ajenas, para darle amor a aquellos que aún teniéndolo todo les falta tu inocencia y alegría de traviesa niña que vuela y si por casualidad te toca volver a nadar en turbias aguas, tu propio brillo las volverá a aclarar, así que confía, duerme, descansa, sueña, camina por donde nunca antes lo habías hecho, que Yo Soy la Vida y yo te elevo entre todas las de tu especie para que renazcas hoy y renazcas siempre.
Julia Angélica Maríñez Báez
Noviembre 28, 2013
La Romana, República Dominicana
0 Comments:
Publicar un comentario