Por: Alex Dominguez
04/12/2024.-La historia política de la República Dominicana nos muestra cómo ciertos liderazgos han marcado períodos prolongados de poder. Figuras como Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, entre ambos, gobernaron por más de 40 años, consolidando un legado político significativo, pero también polémico.
Como todo en la vida, lo que comienza termina, y hoy nos encontramos en una etapa de transición donde nuevos estilos de gobernar surgen, como el del actual presidente Luis Abinader.
Aunque se puede estar de acuerdo o no con su gestión, es innegable que el presidente Abinader ha demostrado un enfoque diferente al reducir la burocracia, evitar los excesos en los aparatajes de seguridad y mantener una comunicación directa con los ciudadanos.
Estas acciones contrastan con algunos de sus propios funcionarios, quienes parecen no seguir el ejemplo del mandatario. Muchos han caído en prácticas elitistas, inalcanzables incluso para quienes buscan un contacto legítimo.
La Adulación como Herramienta de Poder
La adulación ha sido una constante en nuestra historia política, consolidándose como un mecanismo de control y opresión durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). Este periodo estuvo caracterizado por el abuso del poder y el culto a la personalidad, donde la adulación no solo garantizaba la supervivencia, sino que también se convirtió en una herramienta para perpetuar un sistema opresivo.
Bajo el mandato de Trujillo, la adulación alcanzó niveles extremos. Las personas se veían obligadas a rendirle homenaje en todos los aspectos de la vida. Negarse a participar en sus celebraciones o no mostrar suficiente deferencia podía tener consecuencias fatales. Para proteger sus vidas y las de sus familias, muchos cedieron su dignidad y sus valores.
En casos emblemáticos como el de las Hermanas Mirabal, la resistencia al dictador tuvo un alto costo, con resultados trágicos que marcaron nuestra historia.
Este fenómeno no comenzó con Trujillo. Figuras como Pedro Santana también utilizaron la adulación como mecanismo de control. Sin embargo, fue durante la era de Trujillo cuando esta práctica se consolidó como un pilar del sistema político. Lo más preocupante es que, a pesar del paso del tiempo, esta dinámica persiste en diversos ámbitos de nuestra sociedad.
La Soledad del Poder
La adulación en los círculos de poder rara vez tiene un final feliz. Todo aquel que busca rodearse de aduladores debería reflexionar profundamente, pues no es a la persona a quien se adula, sino a la posición que ocupa.
Esto queda demostrado con claridad en lo que se conoce como la soledad del poder, una realidad que marcó incluso a figuras tan influyentes como Joaquín Balaguer.
Un recuerdo inolvidable es el del expresidente Balaguer caminando por el Mirador Sur tras dejar el poder. Allí, con la visión limitada, cargando el peso de los años y acompañado únicamente de Rafael Bello Andino y un reducido grupo de colaboradores, se vislumbraba la esencia de esta soledad. Atrás quedaban las multitudes que bloqueaban calles y llenaban avenidas en sus años de mandato, evidenciando que lo efímero del poder y de los elogios es una constante.
La soledad del poder no es simplemente la ausencia de personas en torno a un líder, sino la conciencia de que la influencia que alguna vez se tuvo, real o percibida, ya no existe. Este concepto puede afectar incluso a quienes aún ocupan posiciones de mando.
Un presidente puede sentirse solo si sus subordinados desobedecen sus directrices, un empresario poderoso puede descubrir que su éxito no radica en su persona sino en el cargo o la riqueza que ostenta.
Lecciones de la Historia
La adulación, especialmente hacia superiores o figuras de poder, genera un ambiente donde la crítica constructiva desaparece. Los errores no se corrigen y las malas decisiones proliferan.
La historia nos demuestra que los líderes más exitosos son aquellos que saben escuchar y rodearse de personas honestas. En contraste, los que exigen adulación caen en una burbuja de vanidad que eventualmente se desmorona.
En el sector público, donde los cargos son temporales, esta práctica resulta particularmente perjudicial. Muchos funcionarios crean entornos de falsa lealtad, rodeados de personas que celebran sus chistes, elogian sus decisiones y alimentan su ego. Sin embargo, cuando pierden el poder, esa burbuja se rompe, dejando a los exlíderes en un vacío de soledad y aislamiento.
En el sector privado, también se observa cómo algunos empresarios basan su identidad en el poder económico, ignorando los principios que realmente sostienen el éxito sostenible.
Una Reflexión Espiritual
La lección más importante es espiritual. La adoración debe dirigirse únicamente a Dios. Como dice la Biblia, Él quita y pone reyes. Respetar a las autoridades es un deber, pero nunca se debe confundir respeto con adulación. La adulación corrompe tanto al que la recibe como al que la ofrece, creando relaciones tóxicas y destruyendo los valores que sostienen una sociedad saludable.
Debemos aprender a distinguir entre respeto y adulación. Respetar a los líderes implica reconocer su autoridad y colaborar en su gestión, pero también implica tener el valor de señalar errores y exigir rendición de cuentas.
La adulación, en cambio, solo alimenta egos y perpetúa abusos de poder. Quienes la practican suelen ser los primeros en sufrir las consecuencias cuando ya no cumplen con las expectativas del líder que antes veneraban.
La verdadera grandeza se encuentra en la integridad y la autenticidad, no en la búsqueda de aprobación a través de la adulación. Esta lección no solo aplica al poder político, sino también a las esferas empresariales y sociales, donde muchos deben recordar que el poder es efímero y la humildad, un legado eterno.
El autor es comentarista y experto en asuntos municipales.
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