Opinión
SULGIDA NIN (Especial para 16 Minutos)
Madrid, España.-El clientelismo político es una moda que siempre está a la última en países como el nuestro, aunque no están exentas las grandes potencias mundiales. Este es un sistema extraoficial, donde generalmente supervive el intercambio de favores políticos, los titulares de los puestos aseguran su concesión atreves de determinadas funciones en el estado público, a cambio de favores electorales generalmente, aunque este sistema ha ido variando el intercambio.
Para nadie es un secreto que en nuestra política y gobiernos esto es el pan nuestro de cada día, tanto así que se ha convertido en un trueque reciproco, generalmente se obtienen beneficios privados del erario público sin importar cualquier tipo de dependencia del Estado.
El clientelismo político, no mira administración, es al azar y al mejor postor; de suficiente poder, socio -político y económico, para poder influir en el aparato administrativo del estado u cualquier dependencia de la misma.
Dicho funcionario, acompañan los intercambios. Mediantes factores que motivan y que consolidan la relación mediador-cliente, adicionándole cuestiones que exceden la transacción mercantilista, y la mezclan con la pertenencia común a redes sociales, familiares, étnicas, religiosas, deportivas.
El mediador, como figura central del clientelismo político, mantiene una subjetiva relación de intelectuales orgánicos que operan con ideas, símbolos y valores que juegan con el intercambio de la relación clientelar.
Se consideran sujetos reflexivos, que en virtud de su conciencia discursiva, establecen rutinas, que recrean ideología donde crean su propio estilo que le permite legitimar el procesos del clientelismo estructurarte. En ese sentido los factores subjetivos, se vinculan más estrechamente tanto a los patrones como a los mediadores, con sus clientes, llegando a transformarse y haciendo de esta una tarea indispensable, practica y autónoma entre patrón mediador y cliente.
Estos actores juegan en el campo clientelar con objetivos propios. Los clientes buscan respuestas a sus necesidades básicas e inmediatas, los mediadores pueden motivarse por diferentes cuestiones: desde inscripción partidaria o ideológica hasta el mantenimiento de un empleo estatal, pasando por una amplia gama de temáticas.
Los patronos buscan sus propios interés personales porque, no son capaces de adquirirlo por sí mismo y caen en la etapa del clientelismo, buscando además puntuación y acumulación de prestigio político, aunque se valga de cualquier estrategia que a su vista sea leal y diplomática; pero tenemos que tener claro que el intercambio clientelar entre los miembros no aportan los recursos propios , que sustentan sus intercambios , más bien se apoyan en las arcas del estado para manejarlas a sus antojos. El cabeza clientelar, son lo de mas fortaleza económica ósea los legisladores, los mediadores son las cabezas de municipios, plantillas de ministerios, funcionarios políticos medios extractores del dinero del estado para poder mantenerse en la posición u otra de mayor alcance o mas nivel son capaces de utiliza: presunciones habilidades y hábitos, creando en fin un sin número de conducta factible y con gran poder de convencimiento tanto económico como emotivo. El jefe principal de este proceso es quien toma la decisión primordial, para favorecer a sus amigos o clientes; pero también esta relación, por algún motivo puede ser favorecida o no y en unos u otros casos también puede aparecer el factor amenazante de parte del jefe del clientelismo.
La relación de clientelismo son de contacto directos, sin ningún tipo de contrato, salvo el verbal, son relaciones personalizadas que van de cara a cara y de mano en mano, o lo que es lo mismo se emplenta una red, donde intervienen todo tipo de personas; pero es más común en la clase media y pobre, lo cual le facilitan las estrategias y movilidades a los jerarcas a cambio de una buena ayuda económica o material. El jefe o patrón toman decisiones que favorecen a los clientes o amigos; pero esta relación en algún caso puede verse fornecida por la amenaza tanto para perjudicar como para colaborar.
Estas relaciones son personalizadas óseas cara a cara y de contratos informales, aunque por lo general se organizan redes. Algunas veces tienen accesos al jefe, y otras nunca le ven.
Autor: Sulgida Nin
Para nadie es un secreto que en nuestra política y gobiernos esto es el pan nuestro de cada día, tanto así que se ha convertido en un trueque reciproco, generalmente se obtienen beneficios privados del erario público sin importar cualquier tipo de dependencia del Estado.
El clientelismo político, no mira administración, es al azar y al mejor postor; de suficiente poder, socio -político y económico, para poder influir en el aparato administrativo del estado u cualquier dependencia de la misma.
Dicho funcionario, acompañan los intercambios. Mediantes factores que motivan y que consolidan la relación mediador-cliente, adicionándole cuestiones que exceden la transacción mercantilista, y la mezclan con la pertenencia común a redes sociales, familiares, étnicas, religiosas, deportivas.
El mediador, como figura central del clientelismo político, mantiene una subjetiva relación de intelectuales orgánicos que operan con ideas, símbolos y valores que juegan con el intercambio de la relación clientelar.
Se consideran sujetos reflexivos, que en virtud de su conciencia discursiva, establecen rutinas, que recrean ideología donde crean su propio estilo que le permite legitimar el procesos del clientelismo estructurarte. En ese sentido los factores subjetivos, se vinculan más estrechamente tanto a los patrones como a los mediadores, con sus clientes, llegando a transformarse y haciendo de esta una tarea indispensable, practica y autónoma entre patrón mediador y cliente.
Estos actores juegan en el campo clientelar con objetivos propios. Los clientes buscan respuestas a sus necesidades básicas e inmediatas, los mediadores pueden motivarse por diferentes cuestiones: desde inscripción partidaria o ideológica hasta el mantenimiento de un empleo estatal, pasando por una amplia gama de temáticas.
Los patronos buscan sus propios interés personales porque, no son capaces de adquirirlo por sí mismo y caen en la etapa del clientelismo, buscando además puntuación y acumulación de prestigio político, aunque se valga de cualquier estrategia que a su vista sea leal y diplomática; pero tenemos que tener claro que el intercambio clientelar entre los miembros no aportan los recursos propios , que sustentan sus intercambios , más bien se apoyan en las arcas del estado para manejarlas a sus antojos. El cabeza clientelar, son lo de mas fortaleza económica ósea los legisladores, los mediadores son las cabezas de municipios, plantillas de ministerios, funcionarios políticos medios extractores del dinero del estado para poder mantenerse en la posición u otra de mayor alcance o mas nivel son capaces de utiliza: presunciones habilidades y hábitos, creando en fin un sin número de conducta factible y con gran poder de convencimiento tanto económico como emotivo. El jefe principal de este proceso es quien toma la decisión primordial, para favorecer a sus amigos o clientes; pero también esta relación, por algún motivo puede ser favorecida o no y en unos u otros casos también puede aparecer el factor amenazante de parte del jefe del clientelismo.
La relación de clientelismo son de contacto directos, sin ningún tipo de contrato, salvo el verbal, son relaciones personalizadas que van de cara a cara y de mano en mano, o lo que es lo mismo se emplenta una red, donde intervienen todo tipo de personas; pero es más común en la clase media y pobre, lo cual le facilitan las estrategias y movilidades a los jerarcas a cambio de una buena ayuda económica o material. El jefe o patrón toman decisiones que favorecen a los clientes o amigos; pero esta relación en algún caso puede verse fornecida por la amenaza tanto para perjudicar como para colaborar.
Estas relaciones son personalizadas óseas cara a cara y de contratos informales, aunque por lo general se organizan redes. Algunas veces tienen accesos al jefe, y otras nunca le ven.
Autor: Sulgida Nin
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